La vinculación de la Orden con Córdoba ha dejado una huella imborrable en la ciudad
(Acceder al artículo completo publicado en ABC Córdoba el 1 de marzo aquí)
“Habéis de saber que el otro día, cuando estuve en Córdoba, andando por la ciudad, encontré una casa con grandísima necesidad: vivían allí dos muchachas, con el padre y la madre enfermos en la cama, paralíticos hacía diez años; tan pobres y mal cuidados los vi, que me despedazaron el corazón. Estaban desnudos, llenos de piojos y acostados sobre unos haces de paja. Los socorrí con lo que pude, pero nos los atendí como yo hubiera querido, pues tenía que tratar con el Maestro Ávila y andaba de prisa”. (Primera carta de San Juan de Dios a la Duquesa de Sesa).
Desde hace 473 años, el día 8 de marzo, se viene celebrando la festividad de San Juan de Dios. Una fecha memorable para el Instituto que éste fundara.
El 8 de marzo de 1550, en la ciudad de Granada, entregaba su alma al Todopoderoso, el bendito Juan de Dios, el padre de los pobres, el consuelo de los enfermos.
Después de una vida de entrega a los más necesitados, se desarrolla en torno a su persona todo un movimiento de Hospitalidad y Humanización de la asistencia, en aquel Hospital de la Cuesta de Gomérez de la capital nazarí. Sus más inmediatos seguidores no dudaron en aceptar el legado que aquel “loco de Granada” les había transmitido, dando lugar con ello al reconocimiento de la Fraternidad Hospitalaria de San Juan de Dios, mediante la Bula Licet ex debito, otorgada en el año 1572 por el Papa San Pío V.
Desde entonces y hasta el día de hoy, este movimiento hospitalario se ha extendido por los cinco continentes, abriendo por doquier nuevos hospitales y otros centros sociosanitarios, con el fin de hacer presente al Cristo compasivo y misericordioso del Evangelio, en el mundo del sufrimiento, del dolor y la vulnerabilidad.
Fue precisamente en los albores de esta nueva Institución, donde se hacen presente en Córdoba los Hermanos Baltasar Herrera y Juan Marín, con el fin de encargarse -a requerimiento del mismísimo Felipe II- del Hospital de San Lázaro, ubicado en lo que hoy conocemos como el Campo de San Antón, frente a la iglesia del Carmen, en Puerta Nueva.
En este establecimiento cordobés ejercían su misión hospitalaria, atendiendo a personas pobres, enfermas y menesterosas. Poco tiempo después llegan nuevos Hermanos, por lo que amplían sus labores de caridad y el ejercicio de la limosna. Arriesgan sus vidas atendiendo a los enfermos contagiados en las grandes epidemias, tales como la peste bubónica y otras. Según nos cuentan las crónicas, y siguiendo el ejemplo de su Fundador que entregó su vida desvencijado por amor a los prójimos sufrientes, son muchos los religiosos hospitalarios que fallecen en Córdoba y provincia afectados por estas catástrofes sanitarias. Tal como lo habían visto en los primeros Hermanos y en el mismo Juan de Dios, era frecuente ver a aquellos frailes atendiendo a los apestados, aseando aquellos cuerpos malolientes, curando llagas putrefactas con toda delicadeza, enterrando a los muertos, etc…
El citado Hospital de San Lázaro estuvo funcionando de la mano de la Orden Hospitalaria durante 265 años, siendo un referente de asistencia y buen trato a cuantas personas acudían a él implorando ayuda, consuelo o un remedio para su salud. Los Hermanos no cejaban en su entrega generosa actualizando con ello las palabras del Señor: “Cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis” (Mt. 25, 40).
En el año 1835, con lágrimas en los ojos, la comunidad religiosa tiene que abandonar el citado Hospital de San Lázaro, debido a la supresión total de los conventos-hospitales en España. Pero el deseo de esta institución hospitalaria era volver de nuevo a Córdoba en cuanto las circunstancias lo permitiesen.
Por fin, a finales del año 1934, un grupo de cinco Hermanos, con su Superior al frente (Fr. Adrián Touceda), llegan de nuevo a la ciudad de los Califas para continuar la obra iniciada por San Juan de Dios. En este grupo encontramos también a una figura que sería determinante en el devenir de la Orden en el siglo XX, el Hermano Bonifacio Bonillo, un referente de hospitalidad y vida ejemplar para todos cuantos le conocieron.
Se instalaron en un terreno conocido como la Finca de San Pablo, en la subida a la sierra cordobesa, hoy Avenida del Brillante. Un enclave ideal para construir el HogarClínica San Rafael, un remanso de paz, un ambiente adecuado para la recuperación de los numerosos niños afectados por la poliomielitis. Cientos de niños a los que se operaban, rehabilitaban, educaban y cubrían sus necesidades más básicas.
Los Hermanos no daban abasto en la búsqueda de recursos para la ampliación y mejora del nuevo edificio, así como en el esmero que ponían atendiendo a tantos chicos minusválidos y con otras afecciones óseas. Con la ayuda de Dios y con personas generosas y comprometidas con este proyecto, profesionales, voluntarios, bienhechores…, el nuevo centro se convertiría en un referente a nivel nacional.
Hemos de destacar el papel que en esta etapa jugó el citado Hermano Bonifacio, “Fray Garbanzo”, como se le conocía por estas tierras cordobesas. Un hombre de aspecto bonachón, simpático y acogedor, que cada día, hiciese frío o calor, recorría las calles de la ciudad, así como fincas y cortijos de la campiña cordobesa, pidiendo limosnas y otros enseres para que a “sus niños” no les faltase de nada.
Hoy nos alegramos por la apertura del proceso de Canonización de este hermano limosnero. Todo un ejemplo de vida, de sacrificio y de audacia, para aliviar y dignificar a aquellos muchachos ingresados en dicha clínica.
Con el paso del tiempo el Hogar-Clínica San Rafael se fue transformando en un centro médico quirúrgico especializado en lo traumatológico. Amplió su cartera de servicios para ofrecer a la sociedad cordobesa una atención sanitaria de primer orden. De esta manera surgió el Hospital San Juan de Dios tal como lo conocemos hoy. Un modelo asistencial basado en los principios y valores que inspiraron al Fundador, y en el que se conjugan la técnica más avanzada con la humanización, la calidad con la calidez.
Iniciamos este artículo con las palabras mismas de San Juan de Dios, cuando hace referencia a un acontecimiento acaecido en una de sus visitas a la ciudad de Córdoba. Hoy, después de casi 480 años, podemos afirmar que San Juan de Dios vino a Córdoba para quedarse. Y aquí está, velando e innovando por el confort de los cordobeses y cordobesas. De la mano de los Hermanos, de unos magníficos profesionales y voluntarios, sigue llevando salud, esperanza y bienestar a los hogares de esta ciudad.
San Juan de Dios, patrón de las enfermeras y cuerpo de bomberos de España. ¡Felicidades!